NATURALEZA PERDIDA[1]
Hay que acostumbrarse a perder poemas. Como se pierden hombres y recetas,
llaves,
calcetines y religiones.
No necesitamos malos poemas:
1. Poemas feto o sacado con fórceps de entre los dientes
2. Poemas atroces escritos con la letra distraída de las buenas intenciones
3. Poemas helados en el instante sucio de la nieve
4. Poemas infértiles, de frutos de plástico
5. Poemas llagaviva-en-un-cuenco-de-tristeza
6. Poemas graves o que fingen ser agudos
7. Poemas adheridos a las sombras
8. Poemas trepadores
9. Poemas mecánicos
10. Poemas sin pilas
11. Poemas de mi infancia y mercurio
12. Poemas de la fiebre y una naranja
13. Poemas llenos de cansancio
14. Poemas agónicos
15. Poemas momia, sin ironía
16. Poemas que nacen envueltos en un sudario
17. Poemas inventario
18. Poemas que riman
19. Poemas en construcción
20. Poemas que lleven la palabra etcétera
21. Etcétera
Y aprender a esperar a que el azar y el caos resplandezcan y se hagan forma
para que los versos no sean una naturaleza muerta ni perdida:
Forma es fondo sedimentado.
[1] Un poema malogrado es como “un cisne: un ángel castigado; un ángel inmovilizado que no ha perdido su pureza, ni sus alas. Unas alas incoherentes, demasiado grandes para tan leve cuerpo, al que no consiguen, sin embargo, arrastrar hacia lo alto y que, más que órgano, son señal, nostalgia de una perdida naturaleza”. María Zambrano, Filosofía y poesía.
VALERIA CORREA FIZ (Rosario, Argentina). El poema seleccionado pertenece al libro Museo de pérdidas (Ediciones La Palma, 2020).

